En la muestra Lado B de Guillermina Espasandin asistimos a una representación visual del sonido caracterizado por su (no) presencia y utilizo esta frase, con la negación entre paréntesis, para diferenciarlo de un estado más determinante como puede ser su completa ausencia, porque a pesar de no escuchar melodía alguna en la sala podemos contemplar los trazos de frecuencias sonoras dibujadas con marcador sobre la superficie de un vidrio, esas modulaciones están en un estado de suspensión, son signos que parecen pertenecer a una extraña abstracción melódica esperando ser ejecutada o tal vez forman parte de un episodio inconcluso, un registro que se perdió en el tiempo. Indudablemente la música tiene esa paradoja, cuando se interpreta es pasado, aquello que escuchamos viene con un retardo temporal hasta nuestros oídos. Por lo tanto esas ondas suspendidas en imágenes que se propalan por el espacio son la propiedad física del sonido, su registro visual y su soporte existencial.
Cuando caminamos por el pasillo del Paseo de la Imagen contemplamos un arco de texturas amplificadas por toda la sala, sentimos una auténtica inmersión cromática que varía sus intensidades reflejando texturas geométricas que llegan como una especie de eco visual; comenzamos a sospechar que los límites del espacio están desbordados ¿Cuál es la obra original y cual su proyección? Los diagramas sonoros se multiplican por el espacio, se reflejan en las paredes y en los cuerpos del público que presencia la obra, como apropiándose de todos los rincones posibles para duplicar los fragmentos, para transportarse fuera del espacio en el cual parecen estar contenidos. Luego de formar parte de ese calidoscopio visual uno sale de la muestra con la certeza de escuchar algo que proviene de ninguna parte ¿Es un fragmento de música, un mero ruido, un ritmo? Entonces comprendemos que el sonido se ha vuelto luz y que a partir de ahora caminará entre nosotros asociado a unos líneas que Guillermina Espasandin transporto en nuestro interior.
Lado B Guillermina Espasandin Paseo de la Imagen – Teatro Auditorium Texto: Ariel Barrios Registro Fotográfico: Natalia Müller
El lugar de la imagen es el cuerpo, es el ser humano.
Hans Belting
Durante siglos las palabras tuvieron un predominio hegemónico sobre la comunicación y el pensamiento. En cierta ocasión el escritor Paul Valery destiló su ironía al pedir disculpas por tener que hablar sobre Pintura, para luego mofarse desde el egocentrismo lingüístico reafirmando «Todas las artes viven de palabras» ¿Es verdaderamente auténtica esta afirmación? ¿Cómo construye el público en su mente el significado de una obra artística?
La muestra «Todo cabe en una caja» de Josefina Fossatti es una apuesta alrededor de la (des) construcción del significado de las imágenes que a la vez dispara una exploración conceptual sobre la manera que los objetos artísticos se procesan en la mente de los receptores. Plantea una incertidumbre sobre los límites de la palabra para representar aquello que percibimos, pero desde una perspectiva en donde se intenta avanzar sobre el terreno de la duda. Todo cabe en una caja es una profundización de la artista dentro de una línea de producción que tiene un largo recorrido en los últimos años, recordemos su anterior muestra Bildwissenschaf junto a Claudio Roveda en donde pudimos conocer un poco de su trabajo reciente.
En la serie de pinturas abstractas que presenta Fossatti desarrolla un detenido estudio del espacio con el propósito de subvertirlo, distorsionar sus proporciones, traspasar sus límites, involucrar la experiencia del espectador para posibilitar nuevas reinterpretaciones. Es un sendero por campos de colores que concentran nuestra mirada para conducir a un paisaje con formas dinámicas, impulsadas por una ilusión de profundidad generada por la arquitectura de líneas y planos geométricos. En un estudio conformado por 23 piezas en pequeño formato, que se encuentra en uno de los paneles, tenemos una especie de investigación visual que indaga en los procesos de creación visual como una síntesis de sus búsquedas estéticas. Si llegamos a mirar rápidamente hasta incluso podemos recrear una animación en donde aquellas imágenes estáticas se mueven agitadas por nuestra imaginación.
En algunas obras las palabras aparecen agazapadas entre la pintura esperando el momento preciso para brotar con furia como un géiser ardiente de significados que inmediatamente se descomponen en una secuencia de asociaciones mentales. Sin dudas esas frases trasmiten una andanada de posibles sensaciones. Es aquí cuando las palabras tan cotidianas en nuestra existencia pierden su materialidad puramente designativa para cumplir una función más amplia; no están subordinadas a representar un objeto, son el mismo objeto.
Josefina Fossatti también integra composiciones figurativas en la muestra, en ocasiones fragmentadas, con tonos acromáticos, a veces desdibujadas; no sería extraño pensarlas como salpicadas de una realidad que todavía está por completarse. Es imposible no detenerse unos minutos en la pintura que muestra un cordero maniatado por sus patas; es inquietante, algo incómoda y a la vez subyugante. Los planos geométricos destacando la cabeza y las patas del animal acentúan la tensión y la fuerza dramática de la imagen.
Después de recorrer la muestra empiezo a percibir una relación de cercanía entre las imágenes y las palabras, a fuerza de arriesgar siento que están condenadas a vivir juntas en el momento de disfrutar, interpretar y pensar ese objeto simbólico que entendemos como obra de arte. Josefina Fossatti sin dudas sigue avanzando en una línea de acción en donde el proceso de significación de las imágenes tiene un aspecto central sobre el cual gira gran parte de su obra.
Podría pedir disculpas como Paul Valery por hablar de pintura, sin embargo haré algo mejor, los invito a contemplar la muestra y a disfrutar de ese maravilloso acto que es mirar arte. El resto de las cosas, como esta reseña, son solo palabras que caben dentro de una caja, la misma que Josefina Fossatti afirma contiene el universo infinito de todas las palabras.
Todo cabe en una caja
Josefina Fossatti
Teatro Auditorium
mayo – junio 2016
Texto: Ariel Barrios
Registro Fotográfico: Natalia Müller
«Tenemos que hacer una muestra juntos, Eleonor» Durante mucho tiempo Gabriel Manzo pensó en la posibilidad de presentar un proyecto artístico con su amiga Eleonor Fittipaldi, con quien compartió formación artística y docente en la Escuela de Artes Visuales Martín Malharro de Mar del Plata. Las distintas vicisitudes de la vida los llevó por caminos diferentes sin poder concretar esta posibilidad hasta muchos años después cuando la esperada reunión se hace posible con la muestra «Instalaciones» en la sala de exposiciones del Centro de Constructores y Anexos.
Cuando contemplamos el trabajo de Gabriel Manzo sentimos una ominosa presencia en aquellos dispositivos lúgubres con formas de discos metálicos de cuyo centro se yergue una punta afilada. Parecen destinadas para una tarea que inmediatamente asociamos con la violencia como si aquella sala fuera un laboratorio de experiencias marcadas por hechos negativos. La serie de objetos está acompañada por cuadros en grandes dimensiones en donde unas púas metálicas sobresalen sobre un campo construido con cientos de capas de líneas de pintura en tonos cálidos que evocan a la tierra. Descubrimos que estamos ante una versión de su «Macchina de Fango» un trabajo conceptual que comenzó a desarrollar en su paso por Cáceres en España y que está íntimamente relacionado con la descripción que hace Umberto Eco de los medios de comunicación convertidos en un sistema encargado de escupir inmundicia sobre diferentes personajes públicos para desprestigiar sus dichos con información falsa. De a poco vamos encontrando menos amenazadora a su obra. La Macchina de Fango en Manzo parece cumplir un papel más purificador, como si aquellas abyectas formas estuvieran pensadas para perforar las fétidas corrientes del engaño con sus astas absorbiendo en su interior toda la fetidez que encuentra en su paso, horadando el espacio más allá de las sucias profundidades para encontrar un terreno fértil que permite renacer las esperanzas como el surco de un arado que prepara la tierra para la nueva siembra.
Por su parte Eleonor Fittipaldi muestra una instalación compuesta de trompos blancos con diferentes dimensiones que permanecen suspendidos en el aire por cuerdas amarradas a una estructura de madera en forma de arco rectangular. La obra despliega una hermosa poesía visual de una dinámica que evoca un momento mágico cargado de inocencia que busca representar los azares de la existencia humana en forma lúdica. En aquellos trompos penden nuestros proyectos, los fracasos, aquellos anhelos a los cuales nos aferramos, todos giran a diferente velocidad y tamaño, algunos quedan estáticos en el suelo, sin energía, esperando ponerse nuevamente en movimiento por las manos que trasborden el futuro con la esperanza de volver a iniciar el juego de nuestros sueños.
La muestra de Gabriel Manzo y Eleonor Fittipaldi es una exploración por los terrenos del ser y el tiempo, presentes tanto en el proceso de creación de las obras de los artistas, los materiales que utilizan son cartapesta y pasta de papel los cuales demandan un largo proceso de elaboración, como también en sus búsquedas ontológicas sobre caminos farragosos que transitan con valentía, acercando preguntas inquietantes sobre el comportamiento del hombre y las fuerzas de voluntad que entran en colisión en una sociedad desbordada por la velocidad furiosa del instante que arrebata todo a su paso. Por eso, contemplar los giros de un trompo o dejarse seducir por las texturas descarnadas de una máquina del fango pueden garantizar un desafío para convocar la utopía del misterio en un mundo que solo se encarga
de escupir certezas.
Instalaciones
Gabriel Manzo y Eleonor Fittipaldi
Centro de Constructores y anexos
Desde el 6 hasta el 30 de mayo
Substancial, atractiva y magnética. Así podríamos calificar a la muestra de Luciana Colacci denominada «De la Tierra» que puede visitarse en la sala de exposiciones de Velas de la Ballena hasta finales de mayo. La artista despliega una serie de composiciones abstractas sobre diferentes soportes como maderas, telas, metales, piedras, resinas y papeles que atraen inmediatamente nuestra atención, por momentos sentimos que aquellos objetos fueron intervenidos con elementos que brotaron de la superficie de la pared a través de alguna grieta para instalarse en la sala. Parecen provenir de una extraña colección en donde diferentes tramas, texturas y líneas diagraman formas terrestres como una huella fósil grabada sobre la superficie sólida.
En la obra de Luciana Colacci parece estar presente una tensión entre distintas fuerzas que entran en juego en sus materiales, también se presiente un inquietante intento de superación de la fragilidad, vemos cuerdas y ramas que se tensan ejerciendo presión en una demostración de solidez. Las líneas en las obras están para torcerse, para pensar nuevos espacios, conforman patrones o zonas luminosas que navegan hasta nuestra mente con una identidad renovada. Casi podríamos pensar en las obras como un ensamblaje de compuestos inorgánicos y orgánicos que a la vez son intervenidos con técnicas mixtas para conseguir un sistema armónico de piezas con distintas densidades. Los trazos grabados sobre las maderas o los metales ensayan una geometría que recuerda las nervaduras de las especies vegetales o los diseños de ciertos tejidos celulares. Parecen símbolos de un extraño registro espiritual de la naturaleza atrapados por una máquina fantástica que trasmite una voluptuosa energía condensada en una reconstrucción de formas terrestres.
También pienso en las obras como una composición por capas o más bien sustratos con distintos tonos y texturas, una disección limpia sobre una porción de alguna superficie geológica imaginada por la artista en la cual se arrastran todos los componentes de su territorio.
En definitiva la muestra de Luciana Colacci es una experiencia cautivadora que deja una sensación de tránsito por un sendero en donde la materia parece exhibir formas secretas que cuentan un relato sobre el poder, la capacidad de asombro y transformación de las formas de la naturaleza. Aquí podríamos pensar en una relación de arte de la tierra que trabaja con compuestos exhumados de sus entrañas, no es un organismo natural que habla de arte sino un sistema artificial artístico que poetiza sobre los elementos de la tierra.
Luego de inaugurar La Mansión, Nahuel Agüero, Oscar Cruz, Pedro Argel y compañía inician un nuevo proyecto que tienen lugar con la muestra Galería Poder en el Teatro Auditorium, una especie de Lado B de Le Putit Galerie como ellos mismos denominan al conjunto de trabajos que reúnen rarezas, materiales en crudo, piezas cercanas a lo marginal, en definitiva un bonus track estético que se permite algunos descuidos, un despojamiento de recursos y una frescura en su presentación.
Sin dudas el montaje es una de las características destacadas de la muestra, su estructura a veces caótica, abigarrada de elementos es cautivadora, te atrapa inmediatamente, cada rincón es aprovechado para desplegar la propuesta compositiva, algunos cuadros permanecen en el piso sin colgar, otros trabajos se apoderan de las caras de las columnas o de pequeñas puertas para armarios del sector de mantenimiento. La presentación tiene una terrible fuerza visual, a veces hay que detenerse para contemplar un pequeño detalle, en ocasiones nuestros sentidos reciben certeros cachetazos a lo previsible, es un raíl descontrolado lleno de emociones. La apuesta de colocar todos los trabajos con referencias numéricas sin los nombres, un recurso visto en «La Cabida Eterna», entrega todo el protagonismo a la colección, una especie de colmena donde los artistas forman parte de un sistema de identidad colectiva.
Las formas expresivas son heterogéneas tanto en los materiales como en sus lenguajes, con un predominio de la pintura y el dibujo, pero con una presencia de fotografías y esculturas entre las propuestas que se distribuyen por los pasillos del Paseo de la Imagen. Con una influencia cercana a la corriente artística de la «Bad Painting» la muestra de Galería Poder surfea por detalles simples, triviales, bizarros, bordea el mal gusto de manera provocadora como desafiando el cotilleo purista y académico. En todos esos registros que vemos dispersos por la sala los límites de la belleza se amplían, como una reivindicación hacía un hacer desistenresado, inacabado, despojado que en definitiva conforma también una parte esencial del arte.
Poder es la capacidad de mostrar en una diversidad de miradas libres la otra cara de la moneda que no es la perfecta y que por supuesto no busca serlo, es un dialogo íntimo con obras que fueron producto de un momento distendido. La genialidad de hacer unas simples líneas en un papel y colgarlo de una pared ¿Es esto una expresión de arte contemporáneo? Francamente no lo sé, pero la belleza prístina conmueve y ahí deberíamos buscar las respuestas. Definitivamente el poder está en liberar nuestras emociones de los prejuicios de las formas.
Galería Poder / Le Putit Galerie
Teatro Auditorium – Paseo de la Imagen
Mayo 2016
Artistas: Belén Gioffre, Marquitos Sanabria, Violeta Rosello, Juan Vegetal, Gina Torchia, Zoe Trilnick Farji, Danilo Cicive, Danita Barboza, Santiago José Ruau, Felipe Reynoso, Pedro Argel, Facundo Lugea, Oscar Mauro Agustin Cruz, Nahuel Agüero, Iñaki, Seba Acampante, Alejandra Pospi, Jorge Areta, Zeto Genesis, Orco Julian Pedro, Constanza Marchini, Gaston Alejandro Delego, Franco Nicolás Cajal
“Poemeame, dale poemeame así” exclama Ignacio Mendía ante un auditorio que lo mira extasiado, es un aria sensual que impulsa a un grupo de personas a tomar fibrones y descargar una terrible energía escribiendo frases sobre los vidrios del bar La Guagua en la muestra del Cocktail#17. El “acto poético” que se desprende de la acción es un muro visual transparente que refleja las emociones colectivas del momento en una mezcla de caligrafías, palabras, colores y significados. El público pierde el miedo, se anima, cobra valor escuchando el sonido desacralizado que parte de la garganta de Mendía al filo de ¡Poemea!¡Poemea! Todos son poetas o brazos de un poeta prestidigitador que compone una obra coral desde un escenario.
Ignacio Mendía también bucea alrededor de la poesía expandida en su muestra «¿A que habré venido a este poema a esta hora?«que presentó en La Torre de Villa Victoria. Empleando diversas técnicas y medios expresivos como vídeos, instalaciones, performance y grabados, explora los límites de la poesía en una tensión entre la obra como objeto y como proceso que genera una desmaterialización del acto mismo de «poemear», como él describe a la acción poética» En la performance que tuvo lugar durante la muestra en Villa Victoria, el poema se transforma en un sujeto, una entidad a la cual el artista interroga por su forma física con un diálogo íntimo y por momentos apasionado como dos amantes que inician una relación en donde comienzan a descubrirse mutuamente. Pero la relación con el poema también actúa como una huella que describe los fracasos, las angustias y los deseos del artista. Es un reflejo de su vida o podría argumentarse que es su propia vida. Durante la acción performática el público tiene una participación directa recitando poemas al azar que les entrega el artista mientras representa con su cuerpo el contenido de los mismos.
Además de explorar el terreno teatral Mendía también apela a diferentes métodos visuales de expresión. Mediante un laboratorio personal de impresión, compuesto por sellos tipográficos con letras en sus caras, graba diversos textos en tinta roja sobre papel blanco. La palabra poema es un fetiche que se despliega en todas las piezas, algunas son pequeños versos libres que por momentos salpican el absurdo para subvertir el «pathos» dramático que parece envolver al género literario como el texto «Me hago poema encima». En otras composiciones las palabras se comportan como capas superpuestas una sobre otra dejando manchones rojos de una expresiva carga pictórica. Tal vez uno de los trabajos más cercanos a la poesía como representación visual del espacio es la figura de un cometa o meteorito con su estela de luz compuesto por decenas de papeles recortados con la palabra «poema» impresa en una de sus caras. Una hermosa imagen metafórica pensando que los cometas son portadores de destrucción pero también de vida, una bola de fuego que es un sueño, una quimera, un fósil cósmico que trae un mensaje desde las profundidades del espacio.
Ignacio Mendía es un artista intenso, interdisciplinario, transmediático que produce una obra en apariencia sencilla, atractiva pero con una estructura sólida que invade el aire de interrogantes. Partiendo desde los bordes explora su mundo hasta alcanzar lentamente el abismo oscuro del centro, el cual esconde algo dormido que descansa en la profundidad de cada individuo. Como un director de climas sensoriales maneja todos los tiempos emocionales, sus trabajos por momentos desgarran, a veces salpican la ironía y en otras sacuden los escombros del corazón para dejarnos desnudos sin aliento. Lentamente comprobamos que asistimos a un proceso de metempsícosis por el cual el artista trasciende desde un plano de poeta para convertirse en poesía pura, tal como describe Jaime Gil de Viedma con hermosas palabras «Yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema…»
Siempre es un placer asistir a la inauguración de nuevos espacios dedicados al arte contemporáneo en la ciudad de Mar del Plata, en este caso toca el turno de «Le Putit Mansión» una propuesta impulsada por un grupo de jóvenes artistas que habían iniciado hace unos años una galería de arte joven como Le Putit , un escenario alternativo para expresiones artísticas que no tenían lugar en otro ámbito de la ciudad.
Ubicado en una zona céntrica a pocas cuadras de la Plaza Mitre, los chicos de Le Putit presentan una propuesta innovadora de un multi-espacio que forma parte de una tendencia que viene creciendo en el sector cultural marcado por alianzas entre diferentes emprendimientos artísticos. La Mansión está integrada por La Pequeña, una feria de moda alternativa, Rebecchi Estudio, un espacio para clínicas y producción de diseño de autor, Argel Tatto un estudio de tatuaje independiente y la galería de arte experimental Le Putit, todo dentro de un mismo lugar.
Cuando llego a la puerta de La Mansión me encuentro con un nutrido grupo de personas que celebra la llegada de esta nueva aventura entre festejos, charlas animadas, algún trago y miradas cómplices. Hay ruido, hay una vorágine de energía dispersa por todo el lugar.
Ingreso tímidamente a la Mansión, con miedo de interrumpir una armonía sagrada que parece fluir del interior. Me recibe una antesala que funciona como una trastienda donde se exhiben cuadros, dibujos, fotografías, textos, objetos y fanzines de diferentes artistas que participaron en ediciones anteriores de Le Putit Galerie. Traspasando una abertura llegamos a un amplio espacio en donde se encuentra el showroom de La Pequeña, una feria de indumentaria independiente con diseños exclusivos donde varios personas consultan la variedad de prendas que ofrece. Traspasando los límites de la feria nos encontramos con Rebecchi Estudio, un espacio coordinado por la artista Carla García Rebecchi pensado para explorar líneas de producción en diseño textil de autor que ofrece encuentros, clínicas, y talleres para artistas y todos aquellos interesados en un diseño que rompa los moldes de lo establecido.
Mientras observo algunos trabajos de Carla, me encuentro con Nahuel Agüero, uno de los directores de Le Putit que me dice ¿Viste el subsuelo? Indudablemente La Mansión reserva más sorpresas. Mientras descendemos por una escalera en espiral vamos teniendo una aproximación a una enorme sala que despierta todas las fantasías por las cosas que vendrán en ese lugar. Desembocamos en este espacio subterráneo que tiene toda la mística de la cultura underground escuchando los acordes de“Antoine et Sebastienne” En un reducto a nuestra izquierda surge el salón de Tatto de Pedro Argel, un área donde el arte se puede pinchar en tu piel para tener un diseño exclusivo en tu cuerpo. En el centro del subsuelo podemos observar un enorme papel desplegado ante un caballete, queda la sensación que se está cocinando algo en este lugar.
Algunos minutos más tarde desciende Ernesto Ballesteros para preparar su acción «con amigos es mejor» que abrirá oficialmente la nueva temporada de Le Putit. La sala comienza a colmarse de personas que rodean una mesa donde algunos artistas colaboran desgarrando lápices para encender un fuego amarillo en sus puntas. Una marea eléctrica de expectativas entra en juego con el paso de los minutos, se encienden algunas cámaras, todos buscan una buena posición para poder contemplar el escenario. Antoine et Sebastienne desgarra el silencio de la noche con una melodía que sale de las entrañas de unos discos, Ernesto Ballesteros entrega las últimas indicaciones y la tan esperada acción artística empieza a rodar por las pistas de Le Putit. Un grupo de ocho artistas encabezados por Daniel Basso, Adriana Sassali, Sergio Colavitta, Federico Domínguez Zacur, Mariana Pellejero, Leticia González y Juan José Souto van trazando líneas de color amarillo sobre un papel de dos metros de largo. El efecto que se aprecia es una especie de trance que deriva en una automatización del proceso creativo, pero cada trazo es distinto, aunque solo veamos rayas que parecen iguales tenemos en realidad una singularidad dentro de un acto colectivo como una hermosa metáfora de una comunidad que colabora en un proyecto dejando su identidad personal en el camino.
Las manos de los artistas aumentan la velocidad, el ruido de la fricción de los lápices crea una sinfonía en nuestros oídos, una aclamación del público junto con aplausos y silbidos de arenga transforman el marco de la acción en una auténtica escena de un espectáculo deportivo. Dos colaboradores siguen reparando los pinceles como técnicos en un boxes de formula 1 entregando los instrumentos de competición. Nahuel Agüero decide entrar en acción tomando el papel entre sus manos, alguien colabora desde el otro extremo. Comienza una fervorosa maniobra en donde elevando, inclinando y bajando el papel los artistas siguen trazando líneas en diferentes direcciones sorteando la adversidad del cambio de posición. Se acerca el final; lo advertimos con pesadumbre, queremos que esto siga hasta el infinito. Un coro de clamores y un aplauso encendido corona la acción en cuando esta llega su final.
Salgo de Le Putit con una enorme descarga de adrenalina circulando por las venas, que buena movida pienso y siento una conexión creativa que me invade el cuerpo, es un momento hermoso en donde salen varias ideas, como una borrachera visual. Tengo la certeza que esto recién empieza, en estas semanas se vienen un par de inauguraciones más y seguramente hay muchos espacios germinando en cabezas que no conozco. Es muy groso que esto pase en Mar del Plata, soplan vientos de autogestión en el terreno del arte y disfrutar momentos tan emocionantes con mis amigos, siempre es mejor.
¿Qué podés contarnos acerca de las obras que estás presentando en el Centro del Vacío?
Una me marea y la otra me da miedo. Son dos pinturas de 150 x 150 que fueron realizadas en simultáneo. Generalmente empiezo con una mínima idea de color o distribución o, en este caso, de valor, y esa idea se va modificando durante el proceso. Hay un momento en el que la obra se me vuelve ajena y me provoca algo que no me propuse. Eso me gusta. Si no pasa, el cuadro queda en pausa o penitencia. No hablo de nada mágico, sino de sensaciones provocadas por la percepción.
Si tendrías que resaltar un elemento importante que obtuviste con tu participación en la beca ¿cuál destacarías?
Nuestra identidad como artistas de esta ciudad. Duville habló en su visita sobre la presencia del mar en su propia obra y en las de quienes vivimos acá. De una presencia más o menos evidente, pero que siempre está. También la influencia del invierno en Mar del plata, el vacío, el adentro. Azul – verde – frío – profundo – misterio. Lo veo en mi obra y nunca lo había pensado así.
Juarroz decía que en el centro de la fiesta está el vacío ¿Cuál debe ser para vos el centro de las preocupaciones de un artista contemporáneo en la actualidad?
Que el arte no se aleje de la gente. Que el espectador no se quede afuera, que pueda acceder. Me preocupa la pregunta ¿Para quién pinto?
Facundo Pereyra
¿Qué podés contarnos acerca de las obras que estás presentando en el Centro del Vacío?
Las obras que estoy presentando pertenecen a dos proyectos diferentes que vengo realizando en los últimos años. Por un lado están las piezas pertenecientes al Proyecto “Empleado Público (Casino)” que son el resultado de estar trabajando desde 1998 en una entidad pública como el Casino. El proyecto está compuesto por varias piezas muy diferentes entre sí en cuanto a su materialidad, algunas incluso realizadas en el mismo momento que me desempeño como cajero. Una de las piezas es “1998-2014” en la que utilizo el carnet para fichar el ingreso, y por medio de un sistema de impresión lenticular logró superponer dos imágenes que según el lugar donde esté ubicado el espectador puede experimentar el cruce del pasado. La otra es “Visión satelital de un recorrido en moto”, una fotografía realizada a partir de 78 copias de pantalla de google maps, una imagen muy hermosa para mi gusto en donde se puede ver un contexto geográfico dividido en dos partes; algo así como hemisferio derecho y hemisferio izquierdo. Dentro de esa imagen está señalizado el recorrido de mi casa al trabajo y del trabajo a mi casa, se forma un trayecto circular. La otra es “ El juego de la rutina”, es un juego muy similar por sus características a un metegol, el objetivo es encajar la totalidad de las esferas en los orificios que se encuentran dentro del recorrido trazado, los orificios representan los momentos que me detengo en el trayecto. Antes de la muestra tenía dudas de si las personas iban a jugar; me sorprendió ver tanta gente jugando. Las otras tres obras forman parte del Proyecto “Intervención y Construcción de Finales”, podría decir que las que están expuestas son tres finales diferentes, que ocultan algo y también dejan evidencia de algo que paso.
Si tendrías que resaltar un elemento importante que obtuviste con tu participación en la beca ¿cuál destacarías?
En cuanto a lo personal me hizo parar, ver lo que estaba haciendo y darle un cierre formal a algunas obras. En cuanto a lo grupal te da la posibilidad de compartir durante 4 meses las experiencias personales/artísticas de todos los que fuimos parte de la beca.
Juarroz decía que en el centro de la fiesta está el vacío ¿Cuál debe ser para vos el centro de las preocupaciones de un artista contemporáneo en la actualidad?
No tengo ni idea cual debería ser el centro de las preocupaciones de un artista contemporáneo, hay tantos centros de preocupaciones como cantidad de artistas.
¿Qué podés contarnos acerca de las obras que estás presentando en el Centro del Vacío?
Las obras que se encuentran en Centro del Vacío están relacionadas con frecuencias y ritmos plasmados en papel. Todas ellas intentan representar frecuencias de sonidos a través de aquella masa texturizadas, que termina disolviéndose o destruyéndose, dejando solo rastros de aquello que fue.
Si tendrías que resaltar un elemento importante que obtuviste con tu participación en la beca ¿cuál destacarías?
Al comenzar la beca del Fondo Nacional de las Artes me encontraba en una situación conflictiva con mi obra. Estaba perdida y no sabia como destrabarme para seguir con aquello repetitivo pero a la vez abrumador. Creo que me ayudó a soltarme y salir un poco del «patrón» o de aquella masa envolvente.
Juarroz decía que en el centro de la fiesta está el vacío ¿Cuál debe ser para vos el centro de las preocupaciones de un artista contemporáneo en la actualidad?
Asumir la responsabilidad de ser un artista.
Mariana Ben
¿Qué podés contarnos acerca de las obras que estás presentando en el Centro del Vacío?
Sobre las obras que estoy exponiendo en Centro del Vacío me gustaría contar poco… que se puede ver como en tres partes: la primera (madera) es materia que pertenece a otra obra de la serie; que la segunda (metal), es parte estructural interna que pertenece a otra obra también de la serie pero con un elemento nuevo (madera), y que la tercera es materia para una obra futura (madera y metal), y un dibujo/croquis, suerte de estudio personal y análisis de estas tres instancias.
Si tendrías que resaltar un elemento importante que obtuviste con tu participación en la beca ¿cuál destacarías?
Un elemento importante que obtuve con mi participación fue el contacto con el grupo de artistas, la selección que se hizo de personas, gracias a la cual me permitió conocer mas a fondo tanto sus producciones como a las personas mismas, que quizás no hubiera sucedido de no formar parte.
Juarroz decía que en el centro de la fiesta está el vacío ¿Cuál debe ser para vos el centro de las preocupaciones de un artista contemporáneo en la actualidad?
Con la contemporaneidad aparece una dimensión filosófica en el arte y es que la producción artística suma una preocupación en torno a la interrelación al arte mismo (como concepto y como hecho concreto -forma-). El centro de las preocupaciones de un artista contemporáneo debería viajar alrededor de la idea que esa persona tiene de su propia producción artística como objeto de pensamiento, y en su relación con la dimensión formal. Si eso está interpelando a algo o a alguien, moviéndole el piso un poco… eso, es producción viva.