Durante la IV Bienal del Fin del Mundo una de las secciones estuvo dedicada exclusivamente a los artistas de la ciudad de Mar del Plata. Fue una buena oportunidad para conocer trabajos, descubrir la situación en la cual se encuentra el arte contemporáneo de la ciudad y por supuesto también sirvió para expandir a nivel nacional e internacional la producción local.
El arte contemporáneo en Mar del Plata viene cobrando un amplio protagonismo desde los últimos 15 años aproximadamente, en muchas ocasiones impulsado con esfuerzos personales por parte de artistas y gestores culturales. La ausencia de algún proyecto institucional que logrará definitivamente otorgar un producto más organizado y del apoyo del sector privado y Estatal a la producción artística no impidieron que florecieran un importante número de artista que de a poco fueron convirtiéndose en referentes locales con proyección, así como también el incremento de espacios dedicados a la muestra de obras de arte que muestran un ecología de artistas trabajando en proyectos sumamente interesantes.
Por eso, más que una sorpresa, la Bienal del Fin del Mundo fue por una parte una confirmación de una corriente de artistas contemporáneo con estéticas y poéticas consolidadas y por otro lado un salto de calidad notorio que derivó entre otras novedades a la apertura del Museo de Arte Contemporáneo.
La curación de la muestra de arte contemporáneo de Mar del Plata estuvo a cargo de Loredana Manca quien seleccionó 20 artistas locales que exhibieron sus trabajos en las sedes del Museo Municipal Castagnino y en la Villa Victoria Ocampo.
En esta entrada vamos a compartir algunas impresiones acerca de los trabajos que tuve la oportunidad de presenciar ¿Nos acompañan?
Daniel Joglar crea una interesante visión de percepción del espacio en su trabajo «La distancia entre las cosas» que consiste en una instalación de tejidos y varillas plásticas suspendidas desde el techo a modo de esculturas geométricas vacías. Las proporciones de los espacios son atractivos y los juegos de sombras producto de la iluminación configura nuevos espacios sobre el suelo. Los materiales utilizados por Joglar son aquellos que tiene al alcance de la mano y su representación es claramente minimalista con un guiño hacía la matemática en el uso de las proporciones.
En la misma tonalidad se encuentra el trabajo de Juan Ignacio Echeverría quien en torno a maderas dispuestas en forma de ángulos sobre una pared recrea contornos y espacios que van cambiando a medida que avanzamos o retrocedemos, el ángulo de visión parece conformar nuevos espacios que se van distorsionando y cambiando de forma
La obra de Claudio Roveda «la insoportable realidad física de no poder llegar» también juega con el espacio y nos muestra con un inquietante concepto, los límites infranqueables del ser humano. Su trabajo consiste en una intervención en uno de los cuartos de baño en donde dos placas de color negro se van estrechando entre si y dejan visible un triángulo de luz a lo lejos. Cualquier persona que ingrese a este cono de la imposibilidad terminará sin lograr alcanzar el final del camino.
Juan José Souto es el arquitecto de un representación totémica en su trabajo denominado «objetos de muerte» Una instalación suspendida del techo conformada por desechos como cajones de pesca, cadenas, aros de metal y una jarra destrozada. No sabemos si los objetos de muerte son aquellos presentados en la obra por tener una carga siniestra o el conjunto del trabajo conforma un artefacto con una incuestionable pulsión oscura. Detrás de la figura principal puede contemplarse una coleta de cabello sobresaliendo de la pared, generando la impresión de un ser atrapado en el muro o intentando atravesarlo. En la sala un halo de misterio envuelve la obra, hipnótica y completamente enigmática.
Facundo Miranda muestra en su trabajo «Ego» una interpretación de la construcción de la realidad a partir de nuestras relaciones en el espacio y el tiempo. En un mapa de la ciudad traza líneas de lana desde un centro hacía distintos punto relacionados con personas o sitios de importancia para su vida. En una especie de relicario pueden contemplarse diversos objetos que están íntimamente relacionados con el artista, como muñecos, botellas y cartas. La realidad es una red de conexiones con el presente y el pasado, necesitamos de nuestro»ego» para construir nuestra existencia, porque cada objeto o cada relación transforman nuestra personalidad y a la vez nos hacen reales ante el mundo.
Al contemplar la obra de Daniel Basso denominado «Puff» uno tiene la sensación de estar en una especie de templo en cuyo centro se encuentra un altar construido con pana, cuerina y bronce, allí descansa una barra de bambú como una especie de objeto sagrado. Las paredes que rodean la obra están decoradas con un papel que enmarca el centro del trabajo, con lo cual tenemos una idea de instalación total del espacio de representación del trabajo.
José María Casas trabajó sobre la representación de mapas pintados sobre una superficies de madera. Queda una sensación de espacio tridimensional que fue compactado en un solo plano a manera de imagen de satélite. Me encantan los mapas antiguos, aquellas cartografías que a partir de su función geográfica tenían también una impronta artística, donde el espacio mezclaba elementos fantásticos. En plena época de google maps y street view, esta propuesta de José María Casas reconforta nuestra imaginación al mostrarnos mapas que no son representaciones exactas de la realidad.
Luis Marzoratti también parece mostrarnos un ejemplo de un objeto que en su pasado se producía de forma artística, nos referimos a las armas de fuego. Su obra en esmalte, acrílico y lápiz titulada «Dijo la anciana…querés chumbo, toma chumbo!» es una representación gráfica de un antiguo revolver del siglo XIX y su título nos transporta al presente donde el arma de fuego pasó a convertirse en un objeto de transcendencia violenta despojado de cualquier valor romántico.
Nahuel Agüero nos presenta en su instalación «Mal feng shui» una especie de laboratorio alquímico en donde diversos objetos fueron dispuestos por el lugar siguiendo una extraña composición. Al caminar por aquel escenario sentimos una extraña sensación de estar contemplando un equilibrio esotérico entre los diversos elementos que forman la obra.
El trabajo de Diego Carabelli nos hace reflexionar acerca del arte generado por la misma naturaleza, es decir un arte vivo. El conjunto de su muestra incluye un vídeo con una secuencia de imágenes de una babosa transitando por un sendero rodeado de un muro de sal, estas imágenes son el producto de un proceso que consistía en tomas durante varias noches del molusco. El trabajo final es una obra con material orgánico con fotografías sumamente poéticas.
Sobre el centro de la sala tenemos un terrario con diversas especies, incluso una planta carnívora. En ese ecosistema habita la misma babosa de la secuencia de imágenes que modifica el lugar.
El trabajo de Mariana Pellejero consiste en una chapa de cobre de 60×60 suspendida del techo junto a un vara larga a modo de palo para golpearla como un gong. Esta especie de talismán parece capturar todos los sonidos producto de las intervenciones del público, que de alguna manera transforman la obra con su actuación. La pieza es muy hermosa y tiene una presencia potente, la fuente de luz también genera sobre el cobre destellos intensos.
Julian Cortary presenta un hipnótico vídeo instalación denominado «Oleaje cósmico». Durante 14 minutos vemos un plano secuencia del mar arremetiendo sobre la costa de Mar del Plata mientras escuchamos un sesión de guitarras por unos auriculares. El vídeo trabaja sobre capas de imágenes que por momentos acoplan el mar con el cielo y la superficie esfumando contornos y limitaciones de superficie. La música, compuesta por el mismo artista, juega un rol protagónico, a modo de tantra nos va transportándonos cada vez más hacía el flujo y reflujo de las imágenes proyectando una sensación de realidad alternativa, como si aquello que estamos viendo fuera un retazo de un sueño o de un recuerdo fragmentado.
Josefina Fosatti proyecta su trabajo «Olvido a pleno día» sobre la arquitectura de la percepción y el espacio. Sus cuadros en acrílico de grandes dimensiones nos muestran volúmenes con matices monocromáticos cortados por un rojo intenso que de a poco se van configurando en espacios que parecían ocultos en una primera visión. Como en un juego de Escher nos dejamos engañar por la percepción y contemplamos una enorme sala, una puerta que conduce a un posible pasillo, una construcción que asemeja a una casa con un estilo moderno.
En una de las paredes de la sala vemos impreso la leyenda «olvido a pleno día», una frase con una carga conceptual que nos deja pensando sobre estos espacios proyectados en la pintura.
El trabajo de Florencia Reisz, es una indagación sobre la cultura de la imagen que actualmente invade nuestras ciudades, utilizando materiales como plotters y pintura, va encimando porciones de capas visuales que vuelven al espacio en un terreno nebuloso, como si varias imágenes fueran confluyendo en un segundo colapsando todo tipo de de certezas y definiciones concretas.
«Sector 4» de Luciano León Liguori presenta un cuadro de aspecto cónico con una composición abstracta con formas geométricas que desparraman por toda la superficie, incluso fuera de los límites planos del soporte. Por otro lado tenemos de mismo autor una instalación que es un trozo de tierra con césped desde donde brotan unos conos con diferentes tamaños y colores generando una mezcla artificial de naturaleza extraña y fantástica.
En líneas generales podemos decir que salí satisfecho de la muestra y con mucho material para pensar y analizar. Larga vida al arte contemporáneo de Mar del Plata ¿Y a Uds. que les pareció esta muestra?