Un viejo proverbio zen declara que cuando el discípulo está preparado aparecerá su maestro. Y sin dudas en el caso de Felipe Giménez, aquella máxima tan emblemática parece haberse cumplido al pie de la letra el día que conoció a Alberto Bruzzone, uno de los artistas visuales más destacados de la Argentina, un auténtico superhéroe de la pintura como lo definiría el mismo Giménez con cariño. La relación entre los dos hombres transito por un camino de confidencias, protección y amistad al calor de las charlas que evocaban los misterios de la pintura moderna. Aquel vínculo tan especial entre el maestro y su alumno se prolongó durante años hasta el final de los días de Bruzzone. Por eso la retrospectiva de Felipe Giménez es por un lado un retorno al lugar donde están grabados los comienzos de sus búsquedas personales relacionadas con el arte, pero también una confirmación de su actual identidad, aquella que fue madurando con el recuerdo de las enseñanzas de Bruzzone.
«Volver», la muestra de Felipe Giménez transcurre por diferentes estadios o fases de su producción artística que se presenta como un camino con escalas que dejan a su paso el registro del paso del tiempo en un escenario final plagado de sorpresas agradables al contemplar los cambios y giros que el artista tomó en el transcurso de los años . En una especie de etapa encontramos una serie de óleos que agrupan sus primeros trabajos, con un fuerte acento de la pintura de Bruzzone, empastes cargados, escalas cromáticas con predominantes tonos grises y ocres que de a poco van evolucionando hacía otras formas que contienen el germen que acompañaría el universo de Giménez. Las líneas empiezan a ganar un terreno más fértil por sobre los empastes, una figuración más cercana al dibujo humorístico y el uso de colores más intensos, en especial ese rojo tan característico que domina sus trabajos.
De a poco vamos acercándonos al Felipe Giménez más conocido con ese universo rebosante de fantasía, poblado de personajes alargados envueltos en situaciones cotidianas, donde el título de la obra juega un papel importante, son pequeñas frases que abren una ventana textual a la representación pictórica. Indudablemente el aspecto icónico y cierto minimalismo en la síntesis de sus figuras, cumplen un importante papel dentro de los trabajos. Los personajes creados por Giménez parecen tener una vida propia que trasciende los límites de sus cuadros, por eso no es raro contemplar algunas esculturas en la muestra que también rodean su universo compositivo, desde sus tradicionales hombrecitos hasta sus gatos.
La retrospectiva permite conocer una historia hermosa que se apropia del espectador, como un testimonio oculto de la memoria que deja una huella imborrable en las pinturas, las paredes y los pasillos. Felipe Giménez vuelve a su casa, aquella que lo recibió como un terapista preparado para atender a Alberto Bruzzone de una simple dolencia y lo convirtió en el artista que hoy deslumbra a todos con su mundo plagado de fantasía, ternura y poesía visual.
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