El comienzo del 2016 para el arte contemporáneo de Mar del Plata arranca con mucha fuerza, y en pocos días de iniciado el año tenemos la oportunidad de presenciar la muestra «Calma Chicha» en Plaza del Agua que reúne la síntesis anual de producción del colectivo artístico GRAPA (Grupo de Reflexión, Análisis y Producción de Arte) que coordina El Querido / Arte Contemporáneo con la conducción de Josefina Fossatti y Claudio Roveda. Recordemos que GRAPA es un espacio que comienza a consolidarse en la ciudad con tres años consecutivos de sostenido trabajo y esfuerzo que valieron el reconocimiento del Fondo Nacional de las Artes, este año la entidad otorgó al grupo un importante apoyo que permite, entre otras cosas, contar con tutorías de distintos referentes en el ámbito de las artes visuales como Mariana Rodriguez Iglesias, María LIghtowler y Daniel Fitte.
Uno de los desafíos más importantes, en cualquier actividad artística, es mantener en alto la vara del nivel alcanzado en una presentación anterior, las expectativas se tensan como la cuerda de un arco y responder esa demanda con altura, sin claudicar en la identidad de las búsquedas, es un punto que mide la calidad de una propuesta. Después de Tour de Force quedaban buenas impresiones, su presencia fue la sensación de un trago fresco que alivió la sed para permitir saborear varias cuestiones de manera mas tranquila mientras hacíamos un descanso a la vera del camino, pero por supuesto en algún momento necesitábamos confirmar el rumbo. Por eso «Calma Chicha», la última muestra de GRAPA, era esperada por muchos como un acontecimiento que posibilitará nuevamente ponernos en autos sobre la evolución del grupo. Y definitivamente, cumplieron, no solo con una muestra que tiene un eslabón de crecimiento respecto al del 2014 sino que también crearon expectativas aún más altas para el futuro, generando una sensación parecida a esos finales con boca abierta de una temporada televisiva que después de un capítulo redondo nos domina una angustia por la espera de un año para conocer la resolución del desenlace ¿Cómo seguirá esto? Bajemos la ansiedad y comencemos a conocer algunos de los trabajos que se presentaron en «Calma Chicha»
Facundo Miranda traslada una copia exacta de su taller a la muestra con una recreación del espacio de trabajo con varias de sus obras, con las materiales y herramientas que utiliza.
Las enormes telas de Carolina Wacker exploran un maravilloso mundo de realismo mágico donde la fantasía que habita en el interior parece superponerse a un espacio exterior más reconocible con ese eufemismo que denominamos realidad.
Las obras de Claudia Sabal parecen una manifestación violenta que recuerda a un eterno grito silencioso, como una garganta abierta que no emite sonido pero que desgarra con la contemplación de su imagen. Observamos superficies rasgadas, laceradas con marcas y algunas de ellas con alfileres perforando el material. El blanco y el negro parecen sintetizar esa idea de vacío o ausencia.
Claudia Ecenarro construye con múltiples elementos y detalles que parten de líneas y bloques de colores un paisaje abstracto donde las superposiciones y las transparencias responden a una filosa arquitectura del detalle.
Facundo Lugea utiliza diversos medios expresivos como la pintura, la escritura o la instalación de objetos para trasladar un cocktail de imágenes aisladas de un recuerdo, de una sensación que sufren un procesamiento de recorte selectivo para quedar plasmadas en un collage visual.
Florencia Reisz sigue su camino de exploraciones por su serie dimensiones con monocopias de diferentes zonas espaciales con límites difusos, en este acaso agrega materiales nuevos que otorgan colores intensos con texturas porosas.
Florencia Saez rescata una poética de lo cotidiano con una mirada muy particular en sus registros fotográficos de situaciones y objetos comunes rodeadas de una atmósfera extraña, melancólica, como detenidas en el tiempo, transitando un olvido y una marcada indiferencia. Las reproducciones se muestran en un tamaño y una posición cercanas a la percepción del objeto fotografiado, como el caso del registro visual de una bolsa con hojas que se encuentra sobre el suelo de la sala
Ignacio Echeverría con su escultura / intervención cuestiona la apropiación del espacio público. Un muro coronado por vidrios en punta en su cima encierra la carpa de un balneario. La obra se transforma en un icono contra los territorios privados apropiados a la esfera pública.
Laura Manino exhibe su trabajo alrededor de una exploración que consiste en examinar una estética en torno a la fuerza de la presión sobre los materiales y las posibilidades expresivas que estas brindan. Las obras reúnen una documentación de los procesos con dibujos que muestran bocetos y diversas piezas con telas presionadas por prensas. El tipo de pliegues y formas que se generan en la presión expresan una sensación por momentos de elasticidad, a veces de opresión y en ciertas ocasiones de ingravidez.
Loli Kloberdanz diseña un dispositivo de registro de la memoria conformado por una serie de correspondencias de los padres de la artista estampadas sobre telas. Estos relatos funcionan como una cápsula del tiempo que rescata un momento de la vida de dos personas y a la vez pone en circulación y valor un medio de comunicación como la correo en papel que dispara ciertas preguntas por nuestros actuales formas de registro de la memoria.
Luciano León Liguori presenta un universo que conecta ciertos territorios internos del artista con las fuerzas de la naturaleza. Su obra pictórica que mezcla paisajes reales con pensamientos existenciales funciona como hendiduras donde el artista despliega sobre el suelo un ceremonial compuesto de diferentes piezas y formas que ofrenda a la naturaleza.
Lole Remón participa con varios trabajos donde la cita textual, los conceptos y el lenguaje tienen un rol destacado. Una de sus obras es un vídeo que muestra a la artista interviniendo una pared y superpuesta a esta escena vemos un texto que parece fusionarse con la imagen. Del techo cuelga un auricular que permite escuchar un audio que va repitiéndose una misma frase superpuesta entre si hasta perder la coherencia en su mensaje.
Otra de la obras abre su participación con una cita de Michel Foucault para transportarnos a un escritorio repleto de textos con hermosos caligramas que golpean nuestra atención demandando preguntas a diferentes problemáticas del pensamiento que atraviesan al hombre.
María Meckang muestra una serie de pinturas abstractas en donde las composiciones fueron construidas aplicando una geometría de la antiforma a partir de fragmentos apropiados y reensamblados se apropia de nuevas identidades.
Mauricio Escalada parece conferir a los metales, con los cuales trabaja una plasticidad poética que se expresa en los tonos, el efecto de la corrosión, los pliegues producto de los golpes, las densidades de las láminas. Algunas obras están intervenidas, con flores secas o con una especie de metal salpicado sobre la superficie.
La obra de Natalia Beresiarte es un calidoscopio visual que presenta un conjunto de objetos que pierden su forma y función original para ser rescatados de los márgenes del abandono y ser intervenidos en formas aleatorias para trasformarlos en piezas que trasmiten una profunda belleza.
Nicolás Berenz indaga nuestra relación con las tecnologías con una instalación que comienza con una frase en neón que funciona como una especie de antítesis «Eso no es Arte» Por el espacio se despliegan un conjunto de obras que ponen en evidencia la presencia física de las tecnologías en nuestras vidas y como estas forman parte del paisaje urbano, desde cables hasta figuras recreadas con partes de piezas electrónicas.
Soledad Rebaudi recrea un objeto esotérico denominado Diatarein que consiste en una caja abierta por una de sus caras con un espejo en su interior y pelos humanos ubicados sobre la base. Cuando contemplamos el espejo vemos el reflejo de la obra y percibimos una proyección como un juego de doble fondo espacial.
Mariana Ben presenta una caja con una abertura en su extremo inferior oculta por unas cortinas que agregan un gran misterio a su interior y una compulsiva necesidad de conocer que hay escondido ahí. Un almohadón nos invita a descender hasta el suelo y por supuesto es inevitable luego de examinar la oquedad unos segundos no colocar las manos para descubrir que misterios esconde su interior.
Las fotografías de Pablo Silva muestran diferentes escenas urbanas con un tono melancólico en el registro de la luz, como atrapar un instante ausente de un lugar antes de perderse en el tiempo. Los colores, la dinámica de las formas, el diseño de las composiciones tienen un trabajo preciso que tal vez responde a una mirada minimalista.
Patricia Traverso nos muestra varios objetos, algunas dejan evidencias de un daño, pero también de una necesidad de repararlos, una rama con cientos de clavos perforando su superficie, una tela blanca con una incisión de un metal que parece intentar cerrar una herida.
Con 20 artistas sobre la escena compartiendo diferentes lenguajes, abordajes estéticos y materiales «Calma Chicha» es una experiencia que se disfruta a pleno y a paso sostenido.
Para cerrar solo cabe mencionar el texto de la muestra, escrito por la artista Lole Remón, que funciona como el motor conductor del grupo, allí describe una exploración de la incertidumbre, una idea de abandonar las definiciones del arte para centrarse en las posibilidades, en definitiva una invitación a la duda, un golpe por golpe a todo el universo cómodo de las respuestas. Como proponía Rimbaud, buscar la calma mordiendo el polvo de la tormenta.
«Calma Chicha» GRAPA 2015
Lugar: Plaza del Agua en Güemes 3232
Artistas: Patricia Traverso, Florencia Reisz, Facundo Miranda, Carolina Wacker, Nicolás Berenz, Claudia Ecenarro, Claudia Sabal, Maniana Ben, Soledad Rebaudi, Mauricio Escalada, María Mackeprang, Juan Ignacio Echeverría, Laura Manino, Florencia Saez, Pablo Silva, Natalia Beresiarte, Luciando León Liguori, Lole Remón, Loli Kloberdanz y Facundo Lugea.
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