Seis lados de una figura ausente

Pasar por el Museo Municipal Castagnino para ver la muestra colectiva de Pablo Hansen, Gustavo Christiansen, Claudio Lezcano, Omar Sotelo, Eduardo Minardi y José Petrolli era una propuesta tentadora, por los nombres  y por el interesante diálogo que podría establecerse entorno a la abstracción geométrica por parte de estos artistas. Había una clara complicidad estética entre ellos, como si aquella transitoria presentación tuviera un contenido premeditado, un encuentro escrito en alguna parte que conducía inevitablemente en su recta final a la realización de la exposición «seis lados de una figura ausente» El destino tiene casualidades, pero no torpezas.

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La dinámica es simple, seis artistas que trabajan la abstracción desde hace varios años se reúnen para celebrar un encuentro fértil en donde podemos observar diferentes caminos que están íntimamente relacionados, cómo múltiples vistas de un mismo paisaje.

Pablo Hansen muestra una obra en donde el relieve empieza a tomar un protagonismo decisivo, las esferas que antes estaban contenidas en el plano de los cuadros ahora forman una especie de símbolo o icono que sintetiza una idea dentro de su proceso de búsquedas expresivas. Los papeles recortados y pegados pieza por pieza confieren un especial ritmo visual y una paradoja a la representación mecánica en escala. El grosor de un corte, la combinación de tramas, todo  evidencia la imposibilidad de repetir una pieza, una especie de elogio al proceso de manipulación artesanal en la creación. Cómo en la música, las escalas son limitadas, pero las posibilidades interpretativas no tienen principio ni fin.

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Omar Sotelo trabaja con papeles plegados de color blanco que parecen brotar de las paredes como proas de pequeños barcos. Su anatomía geométrica, compuesta por una dosis de minimalismo en serie, consigue producir matrices triangulares que permiten una multiplicación de formas, una ilusión hipnótica en donde los espacios van mutando siempre siguiendo el patrón del triángulo. Ante nuestros ojos las figuras se desarman, levitan en el aire y desafían nuestros sentidos.  Su diseño austero revela un mecanismo engañoso con el poder de ensamblar distintas formas a partir de la repetición de una figura.

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Claudio Lezcano logra llevar la fotografía un paso más adelante de la representación física de la realidad conocida, sus  registros que ahondan en métodos, como las aberraciones cromáticas o los desenfoques por movimientos, parecen actuar como un microscopio que examina los materiales visuales de nuestro mundo desde los pliegues, las grietas y las imperfecciones; el resultado es abstracto con figuras geométricas de origen cromático, pero lo inquietante es saber que más allá de la manipulación lo que vemos no deja de ser una porción real del mundo.

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Gustavo Christiansen cultiva un campo minado por múltiples capas de colores,  en donde la serie mecánica de trazos  actúa como un fogonazo que cruza la superficie de la tela hasta agotarse en un determinado punto, como si la tinta culminara su proceso y se desangrara en salpicaduras que se desprenden para testimoniar  la ruptura de un límite espacial y  emocional. Las transparencias se presentan como una especie de sudario que cubre una armonía y un fluir envolvente en donde el tiempo se asoma como un elemento primordial, presente en el proceso de secado, en la intensidad del color y en el torrente de las chorreaduras que se deslizan corriente abajo.

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José Petroli construye un territorio con surcos monocromáticos que presagian un dédalo conformado por bandas ornamentales que parecen entrecruzarse, devorándose unas a otras para expulsar nuevos corredores;  por momentos se perciben desbordados de la superficie como si una fuerza los obligara a compactarlos para presentar diferentes porciones o muestras de un  universo geométrico temerosamente infinito.

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Eduardo Minardi tiende líneas que desatan un torbellino de ondulaciones formando curvaturas en la superficie que distorsionan todo el espacio hasta el punto de amenazar con colapsarlo todo a su alrededor en una secuencia de vibrantes fibrilaciones lineales que parecen seguir un fluir anómalo proveniente de un punto que condensa o absorbe toda esa energía.

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Hay un encanto particular en las muestras de abstracción que las vuelve cautivadoras, es tal vez el desafío a la percepción que se apodera de nuestra imaginación para desembarcar sobre costas donde la figura está ausente; es una exploración que requiere redistribuir los espacios de la imagen que observamos, maravillarnos con elementos de una geometría extrema, componentes que están  en todas las formas posibles del universo, pero la presión de lo cotidiano esconde esos horizontes absolutamente imprecisos que resultan extraños, fantásticos y ambiguos. Con una capacidad para convocar al asombro, de pronto ante la presencia de la abstracción nos convertimos en turistas provenientes de un territorio lejano donde la realidad tiene una máscara, aquella de una figura siempre presente.

Seis lados de una figura ausente
Pablo Hansen, Gustavo Christiansen, Claudio Lezcano, Omar Sotelo, Eduardo Minardi y José Petrolli
Museo Municipal Castagnino
Mayo-junio de 2016
Texto: Ariel Barrios
Registro Fotográfico: Natalia Müller

Lado B de Guillermina Espasandin

En la muestra Lado B de Guillermina Espasandin asistimos a una representación visual del sonido caracterizado por su (no) presencia y utilizo esta frase, con la negación entre paréntesis, para diferenciarlo de un estado más determinante como puede ser su completa ausencia, porque a pesar de no escuchar melodía alguna en la sala  podemos contemplar los trazos de frecuencias sonoras dibujadas con marcador sobre la superficie de un vidrio, esas modulaciones están en un estado de suspensión, son signos que parecen pertenecer a una extraña abstracción melódica esperando ser ejecutada o tal vez forman parte de un episodio inconcluso, un registro que se perdió en el tiempo. Indudablemente la música tiene esa paradoja, cuando se interpreta es pasado, aquello que escuchamos viene con un retardo temporal hasta nuestros oídos. Por lo tanto esas ondas suspendidas en imágenes que se propalan por el espacio son la propiedad física del sonido, su registro visual y su soporte existencial.

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Cuando caminamos por el pasillo del Paseo de la Imagen contemplamos un arco de texturas amplificadas por toda la sala, sentimos una auténtica inmersión cromática que varía sus intensidades reflejando texturas geométricas que llegan como una especie de eco visual; comenzamos a sospechar que los límites del espacio están desbordados ¿Cuál es la obra original y cual su proyección? Los diagramas sonoros se multiplican por el espacio, se reflejan en las paredes y en los cuerpos del público que presencia la obra, como apropiándose de todos los rincones posibles para duplicar los fragmentos, para transportarse fuera del espacio en el cual parecen estar contenidos. Luego de formar parte de ese calidoscopio visual uno sale de la muestra con la certeza de escuchar algo que proviene de ninguna parte ¿Es un fragmento de música, un mero ruido, un ritmo? Entonces comprendemos que el sonido se ha vuelto luz y que a partir de ahora caminará entre nosotros asociado a unos líneas que Guillermina Espasandin transporto en nuestro interior.

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Lado B
Guillermina Espasandin
Paseo de la Imagen – Teatro Auditorium
Texto: Ariel Barrios
Registro Fotográfico: Natalia Müller

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Todo cabe en una caja de Josefina Fossatti

El lugar de la imagen es el cuerpo, es el ser humano.
Hans Belting

Durante siglos las palabras tuvieron un predominio hegemónico sobre la comunicación y el pensamiento. En cierta ocasión el escritor Paul Valery  destiló su ironía al pedir disculpas  por tener que hablar sobre Pintura, para luego mofarse desde el  egocentrismo lingüístico reafirmando «Todas las artes viven de palabras» ¿Es verdaderamente auténtica esta afirmación? ¿Cómo construye el público en su mente el significado de una obra artística?

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La muestra «Todo cabe en una caja» de Josefina Fossatti es una apuesta  alrededor de la (des) construcción del significado de las imágenes que a la vez dispara una exploración conceptual sobre la manera que los objetos artísticos se procesan en la mente de los receptores. Plantea una incertidumbre sobre los límites de la palabra para representar aquello que percibimos, pero desde una perspectiva en donde se intenta avanzar sobre el terreno de la duda.
Todo cabe en una caja es una profundización de la artista dentro de una línea de producción que tiene un largo recorrido en los últimos años, recordemos su anterior muestra Bildwissenschaf junto a Claudio Roveda en donde pudimos conocer un poco de su trabajo reciente.

En la serie de pinturas abstractas que presenta Fossatti desarrolla un detenido estudio del espacio con el propósito de subvertirlo, distorsionar sus proporciones, traspasar sus límites, involucrar la experiencia del espectador para posibilitar nuevas reinterpretaciones. Es un sendero por campos de colores que concentran nuestra mirada para conducir a un paisaje con formas  dinámicas, impulsadas por una ilusión de profundidad  generada por la arquitectura de líneas y planos geométricos. En un estudio conformado por 23 piezas en pequeño formato, que se encuentra en uno de los paneles, tenemos una especie de  investigación visual que indaga en los procesos de creación visual como una síntesis de sus búsquedas estéticas. Si llegamos a mirar rápidamente hasta incluso podemos recrear una animación en donde aquellas imágenes estáticas se mueven agitadas por nuestra imaginación.

En algunas obras las palabras aparecen agazapadas entre la pintura esperando el momento preciso para brotar  con furia  como un géiser ardiente de significados que inmediatamente se descomponen en una secuencia de asociaciones mentales. Sin dudas esas frases trasmiten una andanada de posibles sensaciones. Es aquí cuando las palabras tan cotidianas en nuestra existencia pierden su materialidad puramente designativa para cumplir una función más amplia; no están subordinadas a representar un objeto, son el mismo objeto.

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Josefina Fossatti también integra composiciones figurativas en la muestra, en ocasiones fragmentadas, con tonos acromáticos, a veces desdibujadas;  no sería extraño pensarlas como salpicadas de una realidad que todavía está por completarse. Es imposible no detenerse unos minutos en la pintura que muestra  un cordero maniatado por sus patas; es inquietante, algo incómoda y a la vez subyugante. Los planos geométricos destacando la cabeza y las patas del animal acentúan la tensión y la fuerza dramática de la imagen.

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Después de recorrer la muestra empiezo a percibir  una relación de cercanía entre las imágenes y las palabras, a fuerza de arriesgar siento que están condenadas a vivir juntas en el momento de disfrutar, interpretar y pensar ese objeto simbólico que entendemos como obra de arte.  Josefina Fossatti sin dudas sigue avanzando en una línea de acción en donde el proceso de significación de las imágenes  tiene un aspecto central sobre el cual gira gran parte de su obra.
Podría pedir disculpas como Paul Valery por hablar de pintura, sin embargo haré algo mejor, los invito a contemplar la muestra y a disfrutar de ese maravilloso acto que es mirar arte. El resto de las cosas, como esta reseña, son solo palabras que caben dentro de una caja, la misma que Josefina Fossatti afirma contiene el universo infinito de todas las palabras.

Todo cabe en una caja
Josefina Fossatti
Teatro Auditorium
mayo – junio 2016

Texto: Ariel Barrios
Registro Fotográfico: Natalia Müller

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